martes, 16 de diciembre de 2008
_______Ella.-
El tiempo se desvanecía peculiarmente aquél día. Yo creí tontamente que aquella sensación se debía a mi anemia, o quizás a los dos días que llevaba sin probar bocado. Pero no, no era así. El tiempo realmente ser desvanecía, todo, incluyendo mis pies sobre el asfalto caliente parecía ir más despacio, o a veces más rápido; aunque en verdad, yo sé bien que todo se estaba derritiendo. Entonces, finalmente. El tiempo se detuvo.
(silencio)
La noche amenazaba a caerse llenísima de una furia insubordinable. Encendí un cigarrillo.
Y la vi.
Cómo olvidar aquel día. Era la gota de rocío fresca haciendo equilibrio sobre el filo de un pétalo imposible.
Ella también, recuerdo que estaba fumando.
El invierno daba latigazos desde lejos a los últimos días de un Mayo extraordinariamente gris, anunciando su llegada inescrutable.
Me tomó de la mano, o quizás yo lo hice en un acto subconsciente de desesperación amorosa. Sé bien que aquél día se cumplían 19 años de amarla incondicionalmente, aunque recién la conociese. Yo lo sé, la amé aún desde antes de ver la luz del día por primera vez, o quizás, la realidad fuese que vi la luz del día por primera vez cuando tomé su mano y miré a sus ojos infinitamente oscuros y melancólicos.
Aún la amo.
Y así como la amé aún sin saber de su existencia, así como hoy siento o mejor dicho presiento que desde que nací mi destino inevitable era amanecer en sus brazos cada día de mi vida; sé que la amaré, más allá, mucho más allá de la eternidad de la muerte.
___________Tonta Mariposa.-
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