viernes, 1 de octubre de 2010
El tiempo que fué cruel con vos___.-
Detrás de mis pasos Caían gotas. Nunca supe en realidad gotas de qué, simplemente caían incesantes, mascando, deformando, agrietando el compás de mis pies.
Yo fumaba silente, más de uno quiso sacarme el vicio, nadie lo logró, ni siquiera yo mismo; suena extraño, sabes?, es extraño que no halla podido dejar de fumar, cuando pude a los tropezones olvidarme de los recuerdos de mi infancia, el peor vicio para un alma melancólica por naturaleza como la mía. Pude deshacerme también, de aquel vicio de llorar por todo, y aquel otro de extrañar a las personas que tenía al lado mío.
Me acuerdo de aquella tarde, el tiempo pasaba inconcluso, era ese tiempo que intenta envejecer los cabellos de las vírgenes de piedra de las iglesias, y al ver su impasibilidad, se rinde y deja de pasar.
Me acuerdo de que te estaba esperando, esperaba ver llegar a la hermosa chica que vi nacer mil veces entre mis brazos, mientras disfrutaba de cada ansiado momento celestial que el amor nos regalaba, mientras sentía como llegaba al centro exacto de su persona, mientras gozaba del sudor, los gritos, y finalmente el segundo en el paraíso. Aquella niña de ojos juguetones que resguardaba en su cáscara la inocencia de los ángeles dormidos, y en su centro la fiereza de Santa Teresa en pleno éxtasis.
La gente no pasaba muy seguido por aquel lugar, vos, vos pasabas mucho menos que los demás. Y sin embargo yo tenía la certeza de que ibas a estar ahí, aunque no hallamos arreglado nada con antelación.
El obnubilar de la ansiedad hacía que te viera en cada señora que volvía de comprar paltas, con cada chico que jugaba a la pelota. Las horas, o quizá lo segundos pasaban, y el suelo al rededor mío se iba llenando de cadáveres cancerígenos, al tiempo que mi corazón palpitaba al ritmo veloz del marchar de las hormigas que esquivaban mis zapatos con una exactitud voraz.
Cuando por fin llegaste no pude reconocerte, quizá incluso pueda jurar que la tercer señora que pasaba en su viaje de vuelta desde el mercado se te parecía mucho más.
Estabas desgastada.
El tiempo que para mí había dejado de pasar en aquellos tristes años de espera interminable, había dejado huellas demasiado imborrables en los tuyos.
El despilfarre de tus instintos por fin había salido a la luz de tu porcelanosa piel, las noches de alcohol habían regalado a tus entrañas un tiente amarillento que se desparramo por toda tu fisionomía como una peste terrible.
Ya no usabas aquel perfume frutado que te regalé junto con mis sueños de adolescente fracasado, ahora sólo el olor ahumado de los tantos corazones que fusilaste es el que viste tu pecho, ya caído.
Me miraste con los ojos llenos de recuerdos, con ese brillo en la mirada que me conquistó una década y media atrás, quisiste desvestirme con la mirada, quisiste abrazarme y nunca jamás dejarme ir. Me gritaste alocada que me estabas esperando, que me amabas como siempre.
Yo dí un paso atrás. Vos intentaste acercarte, yo te aleje.
Encendí un cigarrillo. Y me fui.
Es evidente que no eras aquella chica, de la cual, gracias a mi fervor por desterrarme de recuerdos y vicios, gracias a las gotas de Estigia que siempre mancharon mis pasos, me olvidé.
Victoria Liliana Santos Calleros.
.:Tonta Mariposa:.
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